martes, 30 de septiembre de 2008

2ª Práctica: El mercado de Santo Domingo

Otra mañana con la cámara encima, y yo tan contento. La verdad es que no era la primera vez que iba al mercado, ni sería la última. Pero aquella vez era especial. Por un rato no me iba a detener a ver las frutas o las verduras, esta vez el punto era sacar fotos. A todo lo que se moviera. Y a lo que no.


El mercado siempre ha sido punto de reunión para mucha gente y un lugar lleno de actividad. No en vano, es una de las pocas instituciones que ha sobrevivido desde la antigüedad hasta la actualidad y apenas ha cambiado. Bueno, algo sí. Jamás en mi vida he encontrado a dos personas intercambiando una oveja por una ristra de ajos.


No es raro el momento en que, día si, día también, dos personas se juntan en el puesto de las verduras y charlan animosamente con la verdulera. Y nunca obtendrán una respuesta fría, todo lo contrario, en todo el mercado se respira felicidad. No sé si realmente estarán contentos de trabajar ahí, pero en el caso contrario su trabajo sería merecedor de un oscar al mejor actor de reparto.


Hasta ese día no lo había notado, pero es increíble el número de situaciones diferentes que transcurren a lo largo del día en un lugar tan reducido. Y ya no hablemos del día a día, pues no es un lugar en el que impere la rutina. Y no lo digo por decir. Los dos días que estuve sacando fotos no se repitió ninguna situación.


Al acabar mi jornada me sentía un hombre nuevo. Dicen que por las mañanas es necesaria la voz de un locutor enérgico en la radio para que no de sensación de cansancio, y es algo muy importante y a que los oyentes si lo están. Creo que los vendedores d el mercado hacen algo parecido, y que son conscientes de ello. No lo sé, la cosa es que salí con una vitalidad renovada y muchas ganas de afrontar el día y hacerlo bien.



lunes, 29 de septiembre de 2008

1ª Práctica: El árbol

Primera práctica de fotoperiodismo, o como tener una excusa para salir de Pamplona. Me sentía un poco raro antes de ponerme a sacar las fotos del árbol, pues nunca había cogido la cámara de fotos por obligación y, en cierto sentido, tampoco lo veía como tal. Superado ese sentimiento me puse manos a la obra, a buscar un árbol bonito.

Pensaba que esta práctica me iba a servir sólo para dar un bonito paseo por Pamplona, pues ni veía un árbol que realmente me gustara (ya sea por típico o por estar completamente rodeado de otros más feos) ni me sirvió para conocer las diferentes variantes del Pino Navarro. Llegado este momento, el destino me tenía deparada una solución en forma de llamada de un amigo mío que se aburría sobremanera en casa y me ofrecía un plan alternativo para salir de Pamplona y su “mundanal pero menor que en otras ciudades” ruido. En ocasiones es cuanto menos curiosa la forma en la que acaban desarrollándose los acontecimientos.

Casi sin darnos cuenta estábamos en el pantano de Alloz y a lo lejos lo vi: majestuoso, robusto y en un entorno inmejorable. Desde ese día creo en el amor a primera vista. No lo dude ni un momento y me puse a disparar como loco. Me gustaría hacer un inciso en el texto y elogiar a la persona que inventó la cámara digital, que nos permite hacer tantas fotos sin preocuparnos del carrete. La verdad es que tuve bastante suerte de tener un día esplendido, lo que hizo que disfrutara aun más sacando fotos.


Dimos una vuelta por el pantano, lo que me permitió descubrir diferentes puntos de vista del árbol. Llegados al final de la mañana, el resultado era inmejorable, habíamos pasado la mañana fuera de un entorno urbano y tenía unas fotos impresionantes.

Ahora que lo pienso, ¿las fotos para que las había sacado? ¡Ah, si! Para fotoperiodismo.