martes, 21 de octubre de 2008

5ª Práctica: Reflejos

Estas fotografías tienen una complejidad añadida por el hecho de no apuntar directamente al objeto sino a su reflejo. Se ha de andar con mucho cuidado para que salga en la foto únicamente aquello que se busca.

Pero, por otra parte, si salen bien, pueden convertirse en auténticas obras de arte. Eso buscábamos en esta práctica los tres componentes de mi grupo. Y, aunque sin poder llegar a definirlas como tal, hemos quedado contentos con el resultado.

La pasada semana pensamos en cómo podíamos hacer fotos originales con esta temática. E intentamos concretar un poco más la tarea. Se nos ocurrieron diferentes alternativas: reflejos de casas, de espejos interiores, reflejos en el agua… Finalmente nos decantamos por la primera opción, pero con matices.

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Para el fin de semana teníamos la misión de fotografiar reflejos de edificios, de tal forma que diese la impresión de que esos edificios estaban partidos o a punto de derruirse. Teníamos la ventaja, además, de que al ser de tres ciudades diferentes, nos podía quedar un trabajo variado y original.

Las dos instantáneas iniciales pertenecen a dos emblemáticos y relativamente nuevos edificios de Bilbao: la nueva sede de Osakidetza y el Museo Guggenheim. Llama la atención especialmente la primera, que debido a sus curvas imposibles parece presentarnos el corazón de la capital vizcaína como si de un cuadro abstracto se tratase. La del museo no es tan espectacular, pero consigue mostrar el contraste entre la pequeña ventana y la inmensidad de la fachada con los paneles de titanio.

El segundo grupo de fotografías está sacado en Pamplona. En ellas aparece un bloque de casas que parece tambalearse, reflejado en el edificio de Hacienda; y otra torre alta, muy curiosa, con una imponente cristalera en su fachada. Este segundo inmueble está situado cerca de la sede de Comisiones Obreras y del Hotel Avenida. Lo que se aprecia es una hilera de diferentes bloques de viviendas, que parecen formar una irregular construcción.

Las últimas fotos pertenecen a Zaragoza. La iglesia de San Miguel reflejada en un portal y una novedosa vista de un patio interior reflejado en un cucharón cierran nuestro trabajo. Da la sensación de que el patio adquiere la forma del cubierto y se convierte en redondo. Hemos incluido esta última imagen para evidenciar que no sólo se pueden encontrar buenos reflejos en las grandes construcciones, sino que hasta con utensilios de cocina se puede convertir la fotografía en arte.

En definitiva, con estas seis instantáneas hemos querido jugar con los efectos ópticos. Edificios deformados y otros rotos en mil pedazos no son más que una de las muchas posibilidades que ofrece la vida observada desde el visor de una cámara de fotos.

miércoles, 15 de octubre de 2008

4ª Práctica: Ilustra un artículo I

Gánese a los clientes para que mantengan su fidelidad


Autor: Antonio Argandoña
Profesor del IESE
Universidad de Navarra

Fecha: 28 de abril de 2008

Publicado en: Expansión (Madrid)


Me gusta ir prevenido por la vida: soy de los que se llevan dos libros en los viajes; uno para leer en el puente aéreo, y otro por si el retraso del avión es superior al normal. No me gusta ser cenizo, pero me parece que muchas empresas mirarían el futuro con más optimismo si hubiesen sido previsoras. Por eso, voy a dar algunos consejos a empresarios que no me los piden. Cuando se empieza a ver las orejas al lobo, una buena práctica es diseñar un escenario negativo, pensar cómo nos encontraremos en él y, si el resultado de este ejercicio no es agradable, empezar a pensar qué podemos hacer para salir de él o, mejor aún, para no caer en él.


Estamos ante una pérdida de ritmo que tiene componentes financieros importantes, porque empieza con el agotamiento de un ciclo expansivo marcado por el dinero abundante y barato y se afianza con una crisis financiera, generada fuera de nuestras fronteras, pero que nos está afectando. El peligro para nuestras empresas es financiero: la no generación de los fondos necesarios para hacer frente no ya a las inversiones, sino ni siquiera a los gastos ordinarios. Y esto puede deberse a factores externos -el crédito es más escaso, más caro y más difícil-, pero, sobre todo, a factores internos al negocio.


Las señales de alarma son bien conocidas. Una caída de las ventas y un incremento de la morosidad: los ingresos caen. Por tanto, los gastos de estructura crecen por encima de las ventas y el endeudamiento progresa más aprisa que las operaciones. Y pronto se sumarán los factores externos: los proveedores pondrán mala cara a la hora de servirnos y los bancos nos pedirán la devolución de los créditos o se negarán a ampliarlos.


¿Qué podemos hacer en una coyuntura como ésta? Lo primero es reconocer la situación: “Houston, tenemos un problema”. Hay que poner cifras a ese problema: para eso están los balances y las cuentas de resultados provisionales: diseñar escenarios alternativos bajo distintos supuestos, más o menos pesimistas. Y prepararse para lo peor: el plan de emergencia tiene que contemplar una situación verdaderamente difícil, de modo que, a partir de ahí, lo que vaya a ocurrir nunca sea tan grave. El lema debe ser dar prioridad a la liquidez. Reducir los gastos o tener previstos qué gastos vamos a reducir cuándo, en qué cuantía y por qué medios; desinvertir, redimensionar activos, aunque esto puede ser difícil de implementar. Si hace falta, buscar nuevas aportaciones de capital -aún no es tarde para encontrar alguien a quien tentar-, pensar en una fusión o en una venta total o parcial del negocio…


Ya he mencionado otras veces las variables importantes: coste del crédito, disponibilidad de los bancos, evolución de los mercados financieros; perspectivas del empleo y su repercusión sobre las decisiones de gasto de las familias: indicadores de demanda y de consumo, porque por ahí vendrá el contagio de unos sectores a otros. Apóyese en el sector exterior, porque está aguantando bastante bien. Gánese a los clientes para que mantengan su fidelidad: vaya a verlos, hable con ellos, cuénteles sus proyectos, ofréceles algo más que precios bajos… Hable con su banco, pero no espere a tener que decirle que no le puede devolver el crédito. En la crisis hipotecaria norteamericana que empezó el año pasado, una queja unánime de las entidades crediticias fue que los deudores no fueron pronto a contarles sus problemas, lo que impidió el diseño de soluciones apropiadas. No espere soluciones mágicas del Gobierno y no pierda el tiempo lamentándose.

martes, 7 de octubre de 2008

3ª Práctica: Las 1000 fotos

Suena el despertador. Aquella mañana mi mesita de noche estaba habitada por algo que no debería estar ahí, un extraño pero querido compañero: mi cámara de fotos. Al instante de verla recuerdo porque la dejé ahí, y dos palabras vienen a mi mente: mil fotos. Va a ser un largo día con la cámara sobre mi hombro. Al principio siento cierta apatía e incluso desgana, pero enseguida dejo de engañarme: estas cosas me encantan.


Tras subir las persianas de mi habitación observo que el clima no me acompaña. Prefiero un día soleado a uno lluvioso. Qué se le va a hacer. Echo un vistazo a mi patio y me viene a la cabeza un experimento que los pintores impresionistas solían practicar: ¿Y si saco fotos de mi patio interior en distintas épocas del año? Acto seguido, cogí mi cámara y disparé mi primera instantánea del día. No sólo saque una ya que probé diferentes perspectivas, hasta que mi anatomía no me permitía más.


Al salir de la ducha (no saque ninguna foto ya que mi cámara no es impermeable), me planto en el pasillo y me quedo embobado con las alargadas sombras que los objetos proyectan en el suelo. Esto me da una idea para una maravillosa instantánea. Pongo mi cámara a la altura de los ojos y mi dedo comienza a apretar de manera endiablada el botón de disparo. Me detuve a fotografiar todas y cada una de las sombras desde diversos puntos de vista.


Ya en la cocina, antes de desayunar, me dedico a sacar fotografías a la mesa llena de bollos, tazas, vasos y cartones de leche. Y como no, recrearme con la jarra de café caliente y las pícaras formas del humo que desprende. Tras desayunar toda la familia la mesa queda vacía. Debo irme de casa para llegar puntual a la universidad, así que olvido la cámara por un momento y me dedico a prepararme para bajar. Me apresuro ya que bajaré andando en vez de en autobús o en coche y, por lo tanto, tardaré más. Sobretodo parándome a fotografiar los alrededores del camino que tomo hacia la universidad. Ya en la calle me doy la vuelta y saco una instantánea de mi edificio.


Creo que soy un hombre afortunado. No muchas personas pueden tener el placer de pasar por el Casco Antiguo, la Ciudadela y la Vuelta del Castillo para bajar a la universidad. A pesar de saberme el camino de memoria, no soy una persona que apenas se fija de su entorno. Es más, siempre he disfrutado observando los alrededores. Pero esta vez, tenía que fijarme en los más mínimos detalles para poder encontrar una instantánea digna. Creo que llegados a este punto ya sobrepasé el ecuador de las mil fotografías y apenas era media mañana.


Tardé más de lo esperado, pero por fin llegué a la universidad. En clase no tomé ninguna fotografía, ya que, además de haber llegado tarde, un compañero mío tuvo una mala experiencia al sacar una cámara en medio de clase. No quería repetir la situación siendo yo el protagonista. No es justo decir que no saqué ninguna foto en la universidad. Sin ir más lejos, el edificio de comunicación es uno de los más diversos de todo el campus universitario. Este edificio tiene unos pasillos largos, que me permitió sacar unas fotos muy profundas y jugar con el diafragma, enfocando sólo un plano o todos a la vez, o alguno intermedio… pero no podía perder demasiado tiempo en ello, todavía quedaba mucha universidad por retratar.


Nada más salir del edificio, me encontré en la explanada. Es increíble la de fotografías diferentes que se pueden sacar desde distintas perspectivas y lugares. Dirijo mi vista al edificio de derecho y decido sacarle fotos al de bibliotecas. Llamadme maniático, pero no me gusta nada ese edificio. Junto con el de bibliotecas y de comunicación, otro edificio que me dio mucho juego fue el de arquitectura. En este observe como se ponía en práctica la regla de las líneas. Hasta ciencias no llegué, ya que sino se me iba a hacer tarde y, al igual que el edificio de derecho, le tengo especial manía. Aunque es una pena porque este edificio también tiene largos y transparentes pasillo.


Decido variar mi ruta de vuelta a casa y lo hago por el lado opuesto de la Vuelta del Castillo. Para sacar fotos, me parece uno de los lugares que más juego da de todo Pamplona. Tras esto voy a Antoniuti y la Taconera. He pasado mil veces por estos sitios, pero esta vez descubrí rincones que para mí, hasta ahora, habían pasado desapercibidos. También tuve la oportunidad de retratar todos los animales que habitan el lugar: ciervos, patos… Para que luego digan que en las ciudades no hay apenas espacios verdes.

De ahí dirijo mis pasos hacia la Plaza de la O, desde donde saco fotos a la misma plaza y a las vistas que ofrece. El resto de la mañana la pase en el casco antiguo con mi cámara al hombro. Sacando fotos a las calles, los motivos de las casas, la gente haciendo sus compras… La Calle nueva, la Plaza de San Francisco, la Plaza del Ayuntamiento, Chapitela, Estafeta, Navarrería, la Plaza de San José y, por fin, otro de mis rincones favoritos: el caballo blanco, donde saco fotos a la gente sentada en el césped, los edificios de alrededor y sus vistas de la cuenca. Retomo mis pasos hacia la Plaza del Castillo, donde me encuentro con muchísima gente sentada, atravesando la plaza… además de encontrarme con mil cosas a las que fotografiar.


A la tarde me esperaba sesión continua de clase hasta las 9 de la noche. Al volver de la universidad intento tomar las mismas fotos que había echo de la Vuelta del Castillo por la mañana, pero esta vez de noche (otra vez mi experimento impresionista). Se me hace tarde. Antes de subir a casa hago una foto de mi edificio de nuevo.

Tras un día “a cuestas” con mi cámara le doy un merecido descanso y la dejo sobre mi mesita de noche. Quién sabe, igual al día siguiente me da por repetir la experiencia.


Esta práctica me ha servido para detenerme con mayor atención al observar las cosas mundanas y a descubrir nuevos rincones de esta pequeña ciudad que me tiene enamorado. Dicen que siempre puedes aprender algo nuevo en la “segunda lectura”, y yo no puedo estar más de acuerdo con ello.